Los errores del Secretario
Si a los dominicanos nos faltaban pruebas de las consecuencias funestas que tiene nuestra incapacidad de asombro, deberían bastarnos las declaraciones del secretario de Salud Pública y Asistencia Social sobre el manejo que hizo su cartera de la epidemia de dengue que ya se ha cobrado alrededor de 30 víctimas contadas.
En entrevista publicada en Clave Digital el pasado 9 de septiembre, Bautista Rojas Gómez consideró un “error” haber ocultado a la población los detalles de la incipiente epidemia.
Dijo el secretario: “Hubo el temor de que la realidad sobre el dengue se supiera públicamente, es decir, la verdad se estaba ocultando, aunque en la página de la Secretaría el informe de Tolerancia Cero está desde octubre”. Es decir, que a pesar de Salud Pública conocer perfectamente lo que sucedía las “preocupaciones” le impidieron al funcionario hacer su trabajo. Lo que es peor, ocultó conscientemente la verdad, perdiendo una oportunidad de oro para contrarrestar a tiempo el avance de la epidemia.
¿Qué preocupaciones le llevaron a actuar de esta forma? Evidentemente que no fue la de hacer bien su trabajo, porque en ese caso habría dado la necesaria alerta pública. Todo indica que no se quiso dar la alerta por temor a las consecuencias políticas que tendría reconocer que el problema del dengue no se había atendido de manera eficaz. Es decir, el secretario puso el cálculo político por encima de su deber como encargado del sistema de Salud Pública.
Yo me pregunto, ¿cuántos muertos ha costado esta dilación? ¿Cuántos infectados estarían sanos hoy? La confesión del secretario es por sí sola espeluznante. Pero lo que indigna y da rabia es la irresponsabilidad de la confesión y que no haya consecuencias. En un país que se respetara a sí mismo o entre gente seria, este ejemplo de incompetencia rayana en lo criminal implicaría la renuncia inmediata o la destitución fulminante. Pero aquí no va a pasar nada, como nunca pasa nada.
La “modernidad” en la que nos están sumiendo se parece cada vez más a las tiranías orientales, donde la única medida del bien y del mal es el agrado o desagrado del gobernante. Asombra que el secretario de Salud mantenga su puesto a pesar de haber incurrido en un acto de tanta gravedad. ¿Dónde está la responsabilidad política que se exige en una democracia? ¿Dónde está la responsabilidad personal de este médico que puso otros intereses por encima de la vida de decenas de dominicanos? Y, a falta de estas cosas, ¿dónde está la decencia personal que lleve a su renuncia o destitución?
No es aceptable que esto suceda. Es muy grave que la población se entere de una epidemia mortal como el dengue sólo por la denuncia de médicos en un hospital donde están muriendo niños. Niños, lo subrayo. Y todo esto mientras Bautista Rojas oculta información que pudo salvar vidas. Todavía el 9 de este mes, cuando las víctimas se contaban por decenas, el señor secretario hablaba de la posibilidad de que el “brote” se convirtiera en epidemia. Mientras, en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral se hablaba de una tasa de 2.3 muertos por día.
¿Qué provoca que estas cosas pasen por normales? ¿Cómo las aceptamos de manera tan pasiva? ¿Es que nuestros gobernantes sienten que, en verdad, tienen el derecho de hacer y deshacer a su antojo? La permanencia del secretario de Salud en su cargo parece indicar que si. Ya los dominicanos no podemos pedirle nada al gobierno, ni siquiera cuando obstaculizan el trabajo natural del Estado, y esto tiene consecuencias fatales.
Para que un gobierno sea democrático no basta con que los gobernantes sean legitimados en elecciones periódicas. También es necesario que respondan ante los ciudadanos, que sean responsables por sus acciones. El principal fracaso de nuestro sistema político ha sido precisamente su incapacidad de lograr esto. Ni antes ni ahora los gobiernos han respondido a sus propios errores, a sus fallas ni a la insatisfacción ciudadana con la gestión. Es de esperar que este caso, que se debate entre lo patético y lo espantoso, sirva de catalizador para que los dominicanos empecemos a exigirles a los funcionarios públicos un mínimo de profesionalidad y respeto por la ciudadanía.
En entrevista publicada en Clave Digital el pasado 9 de septiembre, Bautista Rojas Gómez consideró un “error” haber ocultado a la población los detalles de la incipiente epidemia.
Dijo el secretario: “Hubo el temor de que la realidad sobre el dengue se supiera públicamente, es decir, la verdad se estaba ocultando, aunque en la página de la Secretaría el informe de Tolerancia Cero está desde octubre”. Es decir, que a pesar de Salud Pública conocer perfectamente lo que sucedía las “preocupaciones” le impidieron al funcionario hacer su trabajo. Lo que es peor, ocultó conscientemente la verdad, perdiendo una oportunidad de oro para contrarrestar a tiempo el avance de la epidemia.
¿Qué preocupaciones le llevaron a actuar de esta forma? Evidentemente que no fue la de hacer bien su trabajo, porque en ese caso habría dado la necesaria alerta pública. Todo indica que no se quiso dar la alerta por temor a las consecuencias políticas que tendría reconocer que el problema del dengue no se había atendido de manera eficaz. Es decir, el secretario puso el cálculo político por encima de su deber como encargado del sistema de Salud Pública.
Yo me pregunto, ¿cuántos muertos ha costado esta dilación? ¿Cuántos infectados estarían sanos hoy? La confesión del secretario es por sí sola espeluznante. Pero lo que indigna y da rabia es la irresponsabilidad de la confesión y que no haya consecuencias. En un país que se respetara a sí mismo o entre gente seria, este ejemplo de incompetencia rayana en lo criminal implicaría la renuncia inmediata o la destitución fulminante. Pero aquí no va a pasar nada, como nunca pasa nada.
La “modernidad” en la que nos están sumiendo se parece cada vez más a las tiranías orientales, donde la única medida del bien y del mal es el agrado o desagrado del gobernante. Asombra que el secretario de Salud mantenga su puesto a pesar de haber incurrido en un acto de tanta gravedad. ¿Dónde está la responsabilidad política que se exige en una democracia? ¿Dónde está la responsabilidad personal de este médico que puso otros intereses por encima de la vida de decenas de dominicanos? Y, a falta de estas cosas, ¿dónde está la decencia personal que lleve a su renuncia o destitución?
No es aceptable que esto suceda. Es muy grave que la población se entere de una epidemia mortal como el dengue sólo por la denuncia de médicos en un hospital donde están muriendo niños. Niños, lo subrayo. Y todo esto mientras Bautista Rojas oculta información que pudo salvar vidas. Todavía el 9 de este mes, cuando las víctimas se contaban por decenas, el señor secretario hablaba de la posibilidad de que el “brote” se convirtiera en epidemia. Mientras, en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral se hablaba de una tasa de 2.3 muertos por día.
¿Qué provoca que estas cosas pasen por normales? ¿Cómo las aceptamos de manera tan pasiva? ¿Es que nuestros gobernantes sienten que, en verdad, tienen el derecho de hacer y deshacer a su antojo? La permanencia del secretario de Salud en su cargo parece indicar que si. Ya los dominicanos no podemos pedirle nada al gobierno, ni siquiera cuando obstaculizan el trabajo natural del Estado, y esto tiene consecuencias fatales.
Para que un gobierno sea democrático no basta con que los gobernantes sean legitimados en elecciones periódicas. También es necesario que respondan ante los ciudadanos, que sean responsables por sus acciones. El principal fracaso de nuestro sistema político ha sido precisamente su incapacidad de lograr esto. Ni antes ni ahora los gobiernos han respondido a sus propios errores, a sus fallas ni a la insatisfacción ciudadana con la gestión. Es de esperar que este caso, que se debate entre lo patético y lo espantoso, sirva de catalizador para que los dominicanos empecemos a exigirles a los funcionarios públicos un mínimo de profesionalidad y respeto por la ciudadanía.
Clave Digital 12 de septiembre de 2006