Wednesday, February 20, 2008

Invirtiendo en lo inútil

Cuando de males sociales se trata, los dominicanos no escapamos a la tendencia casi mundial de echarles la culpa a los políticos. Les atribuimos la capacidad de destruir y corroer todo lo que tocan. Por tanto, y siempre según esa visión de las cosas, son los responsables de que pocas cosas funcionen como deben. El resultado es que, como la viga en el ojo propio, no vemos los vicios sociales de los que participamos todos.

Es cierto, innegable, que casi todos los gobiernos de la Nación han dilapidado el erario público, robándoselo o mal invirtiéndolo.

Luego de casi 164 años el Estado dominicano tiene pocos éxitos de los cuales hacer gala. Ninguna de sus responsabilidades es cumplida a plenitud. Ni la social, ni la de seguridad, ni la de garantía de la libertad.

Todo lo anterior se debe, claro está, a la forma en que se ha ejercido el poder en el país y, desde el advenimiento de la democracia electoral, a la forma en que se busca el poder.

No es necesario reiterar la justa crítica que se hace a los políticos por la forma en que manejan las campañas electorales. Todos los dominicanos estamos conscientes del espectáculo que montan cada vez que se acercan las elecciones. Las presidenciales de este año son un buen ejemplo.

El comportamiento de los candidatos ha sido tal que tengo la impresión de que la mayor parte de la gente acudirá a las urnas con resignación en vez de entusiasmo.

Pero, como ya he sostenido en otras ocasiones, la culpa no la tienen sólo los políticos. Los males de nuestro país tienen causas estructurales que no podemos ignorar.

Por ejemplo, el tan despreciado clientelismo es efectivo porque buena parte de la población dominicana no tiene donde caerse muerta.

Para ellos el daño que el clientelismo causa a mediano y largo plazo no es nada comparado con el beneficio que reciben a corto plazo. Y este beneficio en muchos casos es comer.

Para quienes vean esto como una simple degradación humana, les recuerdo que el problema es más complejo. El año pasado se publicó que un 27% de los dominicanos consume menos nutrientes de los que necesita.

Ante esa cifra pasmosa la realidad del clientelismo se hace entendible. Lo anterior no implica que debe aceptarse, pero tampoco hacemos nada rechazándola sin tomar en cuenta sus causas o, lo que es peor, asumiendo que su causa es la simple maldad politiquera.

Todos los problemas del país encuentran su eco (¿o su origen?) en la sociedad misma. Muestra es lo publicado por CLAVE hace unas semanas. En una entrevista, un alto funcionario del gobierno declaró que no hay suficiente dinero para invertirlo en educación, pero que en el Metro se invierte una tajada enorme del Presupuesto Nacional porque es “prioridad del Presidente”.

Es verdad que decir estas cosas es un acto de cinismo. Primero porque si hay para el Metro, entonces hay para educación. Segundo porque se hace evidente que lo que importa en este país son los caprichos del Presidente (este o cualquiera), mientras que las necesidades de la población son atendidas si queda algo de ñapa.

¿Pero que hay del resto de nosotros? ¿En qué invertimos nuestros recursos como sociedad? La respuesta la podemos encontrar en la misma edición de CLAVE, unas páginas después.

Según el representante para América Latina de una prestigiosa marca de carros de lujo, República Dominicana es uno de los más importantes mercados de toda la región. Es más, la demanda que en nuestro país tiene uno de sus modelos de yipeta ha sido tan grande que se ha convertido en uno de los factores para determinar el aumento en su producción.

Este patrón es reconocible en casi cualquier ámbito de la vida en nuestra sociedad. El boato, el despilfarro, las ganas de lucírsela es lo que domina. Nadie invierte en el país y todos invertimos en nosotros mismos, en nuestros lujos, en llenarle los ojos al vecino.

Mientras tanto, una porción creciente de la población vive en una situación desesperada, nuestro sistema educativo se cae a pedazos y nos hemos metido a “competir” libremente con un mercado para el cual no tenemos productos. Pero todo está bien, porque con yipetas, whisky y ropas de marca nos basta.

Clave Digital 29 de enero de 2008

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