Año nuevo, el mismo asunto
Dicen que la llegada de un nuevo año es el momento de los nuevos comienzos, de iniciar nuevos proyectos. Todo debe ser nuevo. Yo no lo veo así. No tiene sentido quebrar la continuidad de las cosas -y de las relaciones causa-consecuencia- utilizando como pretexto algo tan arbitrario como un cambio de fecha. Sólo los esfuerzos continuados y permanentes pueden dar resultados positivos. Lo demás es engañarse. Por eso, nunca logramos cumplir las “resoluciones de Año Nuevo” que repetimos cada doce meses. En el mejor de los casos, esta oportunidad debe servirnos para continuar nuestros proyectos, sólo que con nuevos bríos.
Este razonamiento también es válido para nuestros problemas. No es cierto que un año nuevo traiga mayores o nuevos retos. El cambio de diciembre a enero no hace desaparecer, como por arte de magia, los desafíos que el año calendario anterior nos legó. Por eso conviene dejar de pensar el nuevo año como un “nuevo comienzo” y seguir nuestro camino de sociedad sin creer que empezamos los próximos 365 días como si nuestras cargas hubieran desaparecido.
Uno de los lastres más pesados de nuestro proyecto de nación es la corrupción generalizada y la impunidad. Aunque es frecuente que se hable de corrupción en el sector público, la verdad es que no se limita a éste. Sé que lo “chic” es quejarse de todo lo relacionado con el Estado, de su “ineficiencia”, y proclamar que en manos privadas todo estaría mejor porque la gente del sector privado es “más seria” y además más bonita y sale en las revistas de sociedad. Pero una cosa es lo “chic” y otra lo cierto. Y lo cierto es que nuestra historia reciente ha demostrado que el sector privado es igualmente corrupto que el público (y quién sabe). La diferencia es la complicidad del silencio que se teje en torno a nuestros corruptos privados.
Los dominicanos estamos siempre ojo avizor con los funcionarios presentes y pasados que han evadido la acción de la justicia -y que incluso son premiados con puestos en los que se les confía sumas enormes de dinero-. Mientras, los corruptos del sector privado son olvidados o defendidos a capa y espada por más de uno. En ese sentido, la corrupción en el sector privado es aún más perniciosa que la pública: sus responsables son presentados como grandes ejemplos a seguir, como personas “exitosas”, dignas de ser imitadas.
Este sistema de complicidades y silencios sufrió un duro golpe en 2003, cuando se hicieron públicas las barbaridades cometidas en uno de nuestros sectores más reverenciados: la gran banca. Ante la imposibilidad de esconder el desastre, las autoridades dominicanas no tuvieron más remedio que reaccionar. Consecuencia de esto, Ramón Báez Figueroa, uno de los banqueros más importantes del país, llegó a pasar una temporada en Najayo.
Pero de un tiempo a esta parte se nos quiere hacer olvidar lo que sucedió, quiénes lo hicieron, quiénes se beneficiaron y quiénes, al día de hoy, siguen impunes. Cualquier cosa es noticia en nuestro país. Empero, el juicio civil seguido en Miami a Luis Álvarez Renta, principal asesor del Baninter, fue ignorado por la mayoría de los medios de comunicación.
De la misma forma, leyendo los periódicos dominicanos es difícil saber hoy cuál es el estado de los casos penales seguidos a los defraudadores bancarios. Es como si nunca hubiera pasado nada. Se apuesta al tiempo con la esperanza de que, como el proverbial árbol que cae en el bosque sin que nadie lo escuche, el olvido cubra sus vergüenzas y todo sea como antes.
Como dije en un artículo pasado, esta vez arriesgamos mucho más que la libertad o prisión de unos cuantos banqueros: arriesgamos la confianza de los dominicanos en que una sociedad democrática puede proveernos de cierta dosis de justicia. El principal reto de los ciudadanos es mantener la presión para que ese caso sea llevado a sus últimas consecuencias.
Así como los vientos de un nuevo año no se llevan los males que nos trajeron las quiebras bancarias, no deben llevarse tampoco la conciencia de que se nos hizo un gran mal y que, esta vez la Justicia debe actuar. Cuando lo haga, podremos decir que estamos ante un nuevo comienzo.
Clave Digital 3 de enero de 2006