Wednesday, February 20, 2008

Desastre

Analizar la realidad dominicana es muy parecido a una mala película de suspenso. Cuando todo pinta bien uno sabe, sabe, que detrás de la siguiente sombra se esconde el malo de la película que rehúsa morir. Cada vez que se nos presentan señales de que “avanzamos” podemos estar seguros de que en realidad no es así, sino que uno de los villanos de nuestra realidad social espera sorprendemos mientras nos confiamos.

Así, mientras nos conducen abobados por la senda del supuesto progreso, hablando de cifras macroeconómicas y estabilidad, las cosas siguen de mal en peor y el único resultado previsible es que tengamos un terrible fin de viaje.

No es alarmismo, sino realismo. Sólo basta fijarse en las cifras que revelan los informes estudiados la semana pasada en CLAVE. Da grima. De la de verdad. Parece que, como el futuro ya está aquí, los dominicanos no tenemos que invertir en él. Eso, o todos somos genios certificados de nacimiento y no nos hemos enterado. Es lo único que explica que, según un informe de la UNESCO, República Dominicana invierte un anémico 2.3% de su PIB en educación. Esto es la mitad de lo que se recomienda y aproximadamente una cuarta parte de lo que se invierte en el mismo renglón en Cuba. Ya hemos sido advertidos que de los Objetivos del Milenio nos debemos olvidar porque es imposible que los alcancemos en educación. Da la impresión de que hay gente que cree que para progresar nos basta con los colegios para la élite y alguna escuela para conductores del trenes de Metro.

La cosa se pone peor. En un estudio de 131 países que representan el 98% del PIB mundial, el Informe de Competitividad Mundial del World Economic Forum arroja datos asombrosos. Primero, y para seguir con lo anterior, ocupamos el puesto 119 en inversión en educación. Es decir, ocupamos un lugar en el 10% de países que menos invierte en educación. Por vía de consecuencia, ocupamos el lugar 127 en calidad del sistema educativo. No creo que eso requiera comentario alguno.

Pero el asunto no acaba allí. Todavía hay más. Por ejemplo, en favoritismo en las decisiones del gobierno ocupamos el lugar 128. Es decir, que el nepotismo y el tráfico de influencia es la norma en nuestro país. Tanto así que somos, en ese sentido, uno de los países más corruptos del mundo.

Las cifras sobre la competitividad no son mejores. En ninguno de los indicadores estamos por encima del lugar 75.

¿Para donde vamos por este camino? ¿Es este el camino del progreso? Naturalmente, es injusto achacarle a este gobierno toda la responsabilidad por el desastre de estas cifras. Muchos de esos indicadores no hacen más que resaltar las consecuencias de décadas de políticas fallidas. Sin embargo, sí se le puede exigir responsabilidad por la bajísima inversión en educación y por su desinterés en montar una política social que permita al país avanzar hacia el futuro.

Pero también es culpa de los ciudadanos a los que parece no importarnos nada que no sea el horario de expendio de bebidas alcohólicas. Los gobiernos (éste y otros) invierten en tonterías y se lo celebramos. Y cuando le quitan parte de los ínfimos recursos que reciben Educación y Salud para dárselos a los militares o gastarlo en el metro casi nadie dice nada.

Este camino que hemos escogido es el del desastre. Nada bueno saldrá de las elecciones que hacen nuestros gobernantes ni de la desidia con que las aceptamos. Claro, eso es, en parte producto del bajo nivel educativo que hay en el país. Este le impide a la mayor parte de la población tanto protestar como vivir por encima de la línea de miseria. El resultado es que todo se acepta con calma.

Tiene sentido ahora, ¿verdad?


Clave Digital 8 de enero de 2008

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