Wednesday, February 20, 2008

¿Seguridad sin esperanza?

Hace unos días se publicó en un diario de circulación nacional una noticia espeluznante: 80% de los presos en el país son analfabetos. Así como lo escuchan, cuatro de cada cinco no saben leer ni escribir. A pesar de que debe llevarnos a una profundísima reflexión, casi nadie se fijó mucho en ella.

Ocupados como estamos en no mirar los hechos a los ojos, los ignoramos incluso cuando nos abofetean. Digo esto porque en nuestro país los análisis sobre las causas de la inseguridad ciudadana son, en muchos casos, superficiales.

Como he dicho en otras ocasiones, ante cualquier problemática nos fascina aferrarnos a cualquier cuco clásico, sin que la certeza de esta explicación tenga importancia alguna.

Y este es un excelente ejemplo de ello.

Como estamos tan absolutamente seguros de que las causas de la delincuencia son el “crimen organizado” y la maldad de los pobres, el dato que abrió este artículo pasó desapercibido.

Pero resulta que no deja de ser importante porque demuestra que la actividad delictiva está relacionada directamente con la falta de oportunidades y, por extensión, con la injusticia social.

Desde que se hace una afirmación como esta podemos empezar a oír las quejas de los conservadores que buscan la causa de todo mal social únicamente en la maldad humana y olvidan convenientemente, que -según un pensador conservador también- el ser humano es él y sus circunstancias.

Veamos pues el argumento. Casi nadie discute lo difícil que es sobrevivir en este país si uno intenta hacerlo de manera decente. Y lo hemos interiorizado tanto que lo que reconocemos como virtud no es la supervivencia en sí misma, sino lograrla sin mancharse.

Lo que se nos olvida a veces es que, cuando la vida no nos ofrece nada, la virtud de vivir sin mácula es un lujo. También obviamos el hecho cierto de que dejarse morir de hambre no es una virtud.

Digo todo esto porque lo que demuestra esa estadística es que muchos de los delincuentes de poca monta en el país son personas a las que la sociedad abandonó a una edad tan temprana que ni siquiera pudieron alfabetizarse.

Ya sé que se afirma que eso es responsabilidad de los padres, pero asegurarse de que los niños acudan a la escuela es una responsabilidad ética y jurídica del Estado dominicano.

Me parece previsible que los niños que abandonamos hoy en el futuro serán adultos que no sentirán el menor interés en respetar las reglas de convivencia social. Quien siente que no le debe nada a una sociedad difícilmente se comportará como un ciudadano ejemplar.

Y esto no lo digo por sentimentalismo ni nada parecido. Es sencillo, el verdadero agente de cohesión social siempre ha sido el reconocimiento de que a los que convivimos en ella nos une el interés mutuo. Cada vez que la sociedad expulsa de su seno a una persona no hace otra cosa que crear un individuo que siente que sus intereses no son los mismos de la sociedad. Por tanto, siente que puede hacer en el seno de ella todo lo que a él le convenga sin que importen los demás.

Aunque eso no explica todos los casos de delincuencia (los desfalcadores del bancos no pueden ser considerados seres desprotegidos por la sociedad) sí explica buena parte del fenómeno de la violencia social en general.

Y nos hace ver que la violencia no empieza en la esquina donde se produce un asalto. Por el contrario, empieza con las necesidades desatendidas de la mayor parte de la población.

Es una muestra de la virtud cívica de los dominicanos que esa mayoría olvidada no se dedique a la delincuencia, sino que sólo lo hacen unos pocos. Pero no es buena idea apostar únicamente a la virtud cívica para enfrentar estos problemas.

Lo mejor es atacar las causas, que son evidentes para todos los que tienen ojos y se fijan en su país.

Que la injusticia social es una de las principales causas de la violencia queda demostrado por el hecho de que las sociedades justas sufren de niveles de inseguridad menores que las que no lo son. Si queremos en realidad combatir la delincuencia lo que debemos hacer es invertir en una sociedad decente, que nos trate a todos como seres humanos.

Clave Digital 18 de diciembre de 2007

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